martes

Los tigres comenzaban a echar fuego por sus bocazas doradas. Bien grandes sus garras se paseaban por entre los barrotes relucientes de sol y acero. Contenían los latidos dentro de su pecho para evitar cualquier ruido que pudiera echar a perder su incipiente ataque. Desde mi ubicación podía sentir cómo su pelaje se elevaba y sus pupilas, expandiéndose, focalizaban suavemente el objetivo. Bajo los casi invisibles bigotes escondían furia pura ebullendo...

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